“Una verdadera transformación social, se logra con el consenso de ideas, que impulsen el bien común”.

“No vemos las cosas como son, las vemos como somos nosotros”.

Talmud.

 

La respuesta es sí. Si es posible implementar un sistema universal de salud en México. La capacidad de respuesta de las instituciones es enorme, pero requieren un reordenamiento, organización y políticas diferentes que solucionen problemas estructurales. Hacer eficiente el sistema vigente y dar los siguientes pasos hacia el sistema que necesita el país.

 

México es un país con historia, con instituciones creadas por un régimen autoritario, que han evolucionado en términos políticos, pero no en términos de justicia, libertades y derechos. Aun así, las instituciones con todas sus limitaciones, las preceden ocho décadas de trabajo y se puede construir a partir de sus bases.

 

Instituciones sólidas, robustas jurídicamente y basadas en los derechos humanos, son palancas de desarrollo para la población de todo estado moderno. Su estructura se crea a partir de procesos democráticos de consenso y valores sociales. Tenerlas evita crisis sistemáticas con cada cambio de administración. México las padece cíclicamente y los costos sociales son altos. Devaluaciones, fraudes, crisis económicas y ahora crisis en salud, abasto de medicamentos, combustibles y recesión económica. El común denominador histórico, autoridades con manifiesta ineptitud, pero excelsas a la hora de justificar o endilgar responsabilidades al pasado.

 

México tiene problemas estructurales graves, se cosecha lo que se ha sembrado en 200 años de injusticia social. Las autoridades en materia de salud, muestran signos evidentes de incompetencia para llevar a cabo las acciones sustantivas del sistema y falta de conocimiento de la situación del país. La cobertura de servicios, abasto de medicamentos, capacidad instalada y regularización laboral y contractual de los trabajadores de la salud son prioridad y ya deberían estar atendidas a 14 meses de un nuevo gobierno. Es donde debe aparecer la capacidad, talento y decisión para atacar frontalmente los problemas. Endilgar la responsabilidad al pasado, debe ser herramienta para investigar, procesar y sancionar a través del debido proceso, a los responsables, pero no para justificar la incompetencia. Culpan a administraciones anteriores, pero no hay personas procesadas o sancionadas y los casos aislados, parecería más una persecución política que justicia. Se denunciaron en su momento, las irregularidades en la compra de medicamentos para VIH y los funcionarios responsables de las compras evidenciados por el propio subsecretario de salud, continúan laborando en el gobierno, sin proceso alguno para determinar responsabilidades, hablar de 1,700 millones anuales de sobreprecio en esquemas y medicamentos, no es poca cosa. Eso son los hechos.

 

Si se quiere enderezar el país, deben empezar por hacer las cosas a través de un proceso sólido y si no se tiene la capacidad, construirla antes de hacer persecuciones políticas. Así nada cambiará. Los problemas se resuelven, sin excusas, sin pretextos, solo con resultados.

 

Las decisiones de centralizar las compras, atesorar los presupuestos, paralizar las actividades operativas y emitir una ley con un nuevo instituto, de ninguna manera abonan a un mejor desempeño del sistema de salud. Los resultados son evidentes, el que no se quieran aceptar, es un problema de las autoridades en turno. El tamaño del país tiene una inercia y los servicios no se pueden detener hasta que aprendan a adquirir insumos libres de corrupción. El país no tiene un interruptor para apagarlo y volverlo a encender cuando aprendan. Son los absurdos cuestionados no de hoy, de varias décadas y de todas las administraciones. Parece ser que el país nace y muere cada 6 años, con cada administración.

 

México tiene bases suficientes para construir un sistema de salud moderno y universal. Pero también existen problemas estructurales graves no resueltos que deben atenderse, para implementar y consolidar un sistema. No parte de cero, se han logrado avances en indicadores sociales, que reducen la brecha para lograr una población más saludable y prospera. Avances sólidos en cobertura y financiamiento son evidentes, el gran reto sigue siendo la calidad de los servicios.

 

Es una necesidad y demanda social, construir un sistema de salud universal, que responda a las necesidades de una sociedad demandante. Un sistema universal que introduzca el uso de la tecnología, aplique un modelo de salud enfocado a la prevención y cuente con presupuesto progresivo enfocado en derechos, son elementos saludables para iniciar su construcción.

 

El sistema debe estar soportado financieramente con inversión directa de impuestos generales. No es gratuito, por definición, lo pagan los contribuyentes. Un sistema en esa condición permite asignar recursos para atender a toda la población con independencia de su condición social, económica y laboral. Y la “gratuidad” significa que las personas no pagaran los servicios en el momento de su atención, porque existe un respaldo del seguro médico universal y aplica para todos los ciudadanos y es pagado por los contribuyentes de manera solidaria.

 

Es necesario establecer una ruta crítica para lograr un sistema de salud similar al de un país desarrollado. La implementación, requiere una planeación y desarrollo en el tiempo, con etapas definidas a través de evidencia nacional y experiencia de otros países.

 

Es necesario romper paradigmas, tatuados por dogmas revolucionarios, convertidos en bandera por el régimen que perduró 90 años. Uno de los más emblemáticos: el IMSS es tripartita y no puede modificarse su estatus jurídico. Pero existe el adagio: una ley persiste, hasta que se hace otra.

 

La ruta crítica para lograr un sistema de salud universal y moderno, pasa necesariamente por la integración y consulta de un equipo experto de mexicanos, que marquen con claridad, los pasos a seguir y los plazos razonables, definidos acorde con los obstáculos jurídicos, financieros, operativos, laborales y sindicales que se deben superar. Este equipo puede ser asesorado y apoyado por organismos internacionales, como garantes de una visión global aplicada en el país.

 

No es factible en la condición actual, afirmar que un sistema de salud como el de Finlandia o Canadá, se pueda estructurar y consolidar en una sola administración. La magnitud del país no lo permite. Pero puede avanzarse con celeridad si se toman las decisiones adecuadas, pensando en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Se requieren consensos políticos para evitar retrocesos o cambios por cuestiones ideológicas. Derechos como la salud, no pueden estar supeditados a ideologías.

 

Para sentar las bases, debe tenerse en mente el conocimiento disponible que ha sido aplicada en países desarrollados.

 

En síntesis: la evidencia muestra que la salud es un derecho humano esencial y el país requiere un sistema de salud universal, financiado por impuestos generales que permita regularizar problemas estructurales históricos como la homologación de prestaciones y derechos de los trabajadores de la salud, separar la seguridad social de la atención médica e involucrar personal profesional de la salud, como un protagonista central del cambio.

 

En un país donde el 70% de los adultos y el 34% de niños y adolescentes tienen sobrepeso y obesidad, es urgente fomentar estilos de vida saludables, con un modelo de salud primaria robusto y moderno que contemple en el centro de su operación, personas y familias. Descentralizar es imperativo por la magnitud geográfica del país.

 

La centralización debe tener una función estratégica, no con fines políticos. Es mucho más efectivo y factible descentralizar los recursos y fortalecer la transparencia, fiscalización y rendición de cuentas. La libertad y soberanía de los estados debe incluir un compromiso con la ley y sus ciudadanos y ser vigilada por la federación. Supervisar, fiscalizar y pedir cuentas se parece más a una república. Querer operar los servicios desde el centro, es un despropósito y eso lo enseña el tiempo y la evidencia. Querer hacer ambas cosas, es una visión porfiriana.

 

No es ocioso insistir en la urgencia que implica democratizar los sindicatos. Con un enfoque de mejores condiciones laborales, pero también de productividad y calidad en el servicio.

 

Construir un país, no es cuestión de ideologías, es cuestión de derechos y conocimientos. Se requiere utilizar la evidencia, sumar esfuerzos y talento de sus mentes más capaces. Una verdadera transformación se logra con el consenso de ideas, que impulsen el bien común.

 

Europa consolidó sus estructuras y formó un bloque con enfoque social de largo plazo, con base en un consenso y carga tributaria y estado de derecho que inhibe la corrupción, pero fue después de sufrir dos guerras mundiales en menos de 25 años. La justicia y reconciliación dieron frutos. Esa enseñanza debería ser asimilada por nuestros países, que parece no aprendemos del pasado reciente.

 

Hay decisiones que han esperado décadas, integrar el sistema de salud es una de ellas. Si se quiere realmente lograr una transformación del país, es razonable iniciar por consolidar áreas sustantivas como la salud, educación, seguridad y el empleo. Lograrlo implica una vocación democrática, estado de derecho y derechos y una visión a largo plazo. Y sumar a todos, incluyendo a los adversarios políticos, solo así se podrán cerrar heridas históricas. Ya es tiempo, México lo necesita.