La Universidad debiera insistirnos en lo antiguo y en lo ajeno. Si insiste en lo propio y lo contemporáneo, la Universidad es inútil, porque está ampliando una función que ya cumple la prensa.

Jorge Luis Borges.

Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto.

Aristóteles

 

México ha transitado por una serie de cambios y acontecimientos sociales, que nos hacen un país único. Lleno de contrastes, costumbres, culturas, leyendas. México es un mosaico, muchos Méxicos en uno solo.

 

Revisar el pasado, encuentra siempre esos espacios y manifestaciones conocidas como parodias. Existen muchos ejemplos en la historia reciente, que ejemplifican la evolución de una sociedad atrapada en su pasado y sometida por sistemas opresores que han impedido la evolución social y han frenado la expresión nacional en un mundo globalizado. Con la aparición de la tecnología, la comunicación moderna y las redes sociales, se expresan con claridad, los frenos sociales que genera la profunda desigualdad. Hay etapas en las que no solo se conoce la historia, se ha vivido y se convierte en una interpretación de la propia existencia.

 

La parodia: “en contra de o al lado”, es una representación satírica que interpreta con humor, una obra de arte o un tema, mediante emulación o ironía. Nuestra historia se llena de alegría cuando se analiza, porque durante varios siglos, fue el único contrapeso ante una realidad muy simple. El pueblo no tenía el destino en sus manos ni manera de cambiarlo, ante el poder absoluto de tiranías. Primero caudillos y luego sistemas. Y la burla, sátira e ironía, desahogaba los profundos resentimientos sociales acumulados durante siglos, sufridos y heredados que casi siempre desembocaban en la prensa y en la parodia teatral y simbólica.

 

La mente es inquieta, no se puedo oprimir a todos, a todo. Siempre surge el pensamiento humano, la diversidad, la evolución. La sátira pretende lograr cambios sociales, una manera diferente de ver la realidad. Con altibajos, con vaivenes en el tiempo. Hoy, al paso del tiempo cobra vigencia la sátira que se hizo durante el porfiriato, con las caricaturas de José Guadalupe Posada. Los escritos de los hermanos Flores Magón y siempre ha sido y será una forma de protesta que se vuelve infinita. Esa diversidad de ideas, son las que generan los cambios profundos.

 

El Hijo del Ahuizote periódico satírico mexicano fundada en 1885 por Daniel Cabrera Rivera, Manuel Pérez y Juan Sarabia. En julio de 1902 Ricardo y Enrique Flores Magón lo rentaron y editaron. Durante esta época se caracterizó por su oposición al régimen de Porfirio Díaz a través de la difusión de caricaturas entre las que se encontraban colaboraciones de José Guadalupe Posada.

 

El ahuizote es la nutria, animal que tiene lugar en la mitología azteca; la palabra proviene del náhuatl «ahuízotl»: «agua» y huiz «espina». Díaz no toleró las críticas a su gobierno y desató una fuerte represión contra la prensa independiente que se atrevía a cuestionarlo. Muchos periodistas fueron asesinados o encarcelados, las publicaciones eran suspendidas y las imprentas clausuradas o destruidas.

 

Apareció el primer número, el 23 de agosto de 1885; la primera edición se leyó con avidez por el público de la época. El diario defendía un ideario liberal mexicano, que en ese momento se rebelaba contra el gobierno. El Fígaro, seudónimo de Daniel Cabrera escritor liberal del diario, satirizaba el régimen, manejaba temas delicados, difíciles de abordar cuestionando el régimen autoritario, arriesgando su libertad y su vida. Eran otros tiempos.

 

Después de la revolución, la prensa enardecida, liberada de tantos años de silencio, atacó con renovados bríos. En ese momento se acuño la frase: “muerden la mano que les quitó el bozal” Aparece asi mismo, la llamada prensa fifí. Que data de hace casi 100 años, en aquel entonces existía una publicación en Tamaulipas, que se llamó: “El Fifí”. Y estaba enfocado a las personas con capacidad económica.

 

Con la promulgación de la constitución de 1917, la primera guerra mundial y el cansancio de casi una década de guerra en México, el país, calmó los ánimos y apaciguó las disputas internas, pero solo por un tiempo. La inconformidad siempre se manifiesta y es parte de la naturaleza humana.

 

El escenario de la época se plasma en un artículo publicado en 2014, de donde se extraen fragmentos. Secuencia; no.88 México ene-abr. 2014 Prensa y sociedad en las décadas revolucionarias (1910-1940).

 

Abro cita. “El conflicto entre los cooperativistas de La Prensa demuestra también que, tras el paso de la revolución bolchevique, la primera guerra mundial y la radicalización del discurso obrero, el nivel de conciencia política de ciertos sectores politizados de las clases populares (sobre todo los trabajadores sindicalizados y algunos miembros de ligas campesinas radicales) se había elevado hasta el plano internacional. La prensa mexicana y los trabajadores que le daban vida, vislumbraban la división del mundo que marcaría a la segunda guerra mundial y tomaban partido. Esto ya había sucedido en el ámbito de la primera conflagración de 1914, cuando los diarios mexicanos se dividieron conforme a la polarización del momento entre quienes manifestaban un sentimiento germanófilo o la defensa de los aliados.

 

Hacia fines de los treinta, el presidente Lázaro Cárdenas había llevado la revolución a un clímax con resoluciones sociales que cerraban el círculo abierto por la Constitución de 1917 para paliar los males que habían causado la crisis de 1910. Cárdenas encabezaba en México la lucha contra el fascismo. Sin embargo, la radicalización del régimen y la lucha ideológica antifascista no se tradujeron en una cacería de brujas.

 

En esto, también, el cardenismo marcaba una diferencia con las prácticas políticas del porfiriato. Atendió con cuidado las quejas de los cooperativistas de La Prensa que comulgaban con su ideología, sin embargo, los periódicos de derecha como Omega, enemigos acérrimos del régimen, no fueron acallados durante su gestión. Las críticas a su gobierno proliferaron en las páginas de los diarios y la sociedad opositora pudo expresar su descontento con el Estado.

 

Nemesio García Naranjo, una importante figura pública en las letras, el periodismo y la tribuna mexicanos de la primera mitad del siglo XX, narró en sus Memorias, publicadas en diez tomos, una reflexión sobre su relación con el poder como periodista opositor a la revolución que retrata muy bien el tejido político de este periodo:

 

Viví fuera de México durante 28 años, y creo que con la excepción del general Leonardo Márquez, el doctor Aureliano Urrutia y el licenciado Rodolfo Reyes, ningún otro mexicano puede jactarse de un récord tan largo de destierros.

 

A fines de 1912 y a principios de 1913, publiqué en mi diario La Tribuna dos artículos intitulados «Galería de traidores» y «Águila que cae», que fueron considerados como subversivos por los revolucionarios que sucedieron al general Huerta en el ejercicio del poder. Don Venustiano debe haber compartido el mismo credo y por eso me cerró las puertas del país. El general Calles pensó probablemente que mi pluma era peligrosa y me aplicó la misma sanción. ¡Como si los soldados que se insubordinan necesitaran escritores que los empujaran a la rebelión!

 

Obregón, que era más inteligente, me dejó entrar en el país, seguro de que no le podía causar daño, como en efecto, no se lo causé. Portes Gil y Ortiz Rubio no revocaron las órdenes que había dado Calles y, por consiguiente, durante sus gobiernos tuve cerradas las puertas de México. En cambio, el presidente Abelardo L. Rodríguez […] levantó la prohibición y pude volver a mi tierra. El presidente Cárdenas, con mucho menos cultura, pero con intuición más clara que sus antecesores, no sólo me dejó vivir en paz, sino que no opuso la menor objeción a la publicación de mis artículos periodísticos que criticaban los actos de su gobierno.

 

Comentando esta liberalidad con su ex secretario particular, licenciado Agustín Leñero, le conté una anécdota que pinta de cuerpo entero a Federico el Grande. En un día de tantos, salió el rey a hacer un paseo matinal por las calles de Berlín y le llamó la atención un cartel fijado en una esquina. Se detuvo a leerlo con mucho cuidado, y al terminar la lectura, procedió a continuar su paseo. Como aquel cartel era de oposición, uno de los cortesanos que lo acompañaban, se permitió preguntar al monarca si había leído bien el documento. —Sí, contestó secamente Federico. ¿Y no piensa hacer nada vuestra majestad? —No, respondió el rey—; y luego arengó muy sutilmente: El pueblo de Prusia y yo hemos concertado un pacto, conforme al cual él puede decir lo que le guste y yo puedo hacer todo lo que quiero. Y esa misma filosofía fue la del presidente Lázaro Cárdenas: los periodistas dijimos todo lo que se nos ocurrió y él hizo todo lo que le dio su regalada gana. […] Esto lo habría entendido el general Obregón, pero no don Venustiano Carranza ni el general Calles.

 

El México de 1940 era muy distinto de aquel que dejó Díaz huyendo de su debacle en el Ypiranga. El autoritarismo no disminuyó con la revolución; al contrario, se mostró con una ferocidad avalada por las armas. Sin embargo encontró diques. El periodismo y el quehacer de la prensa se habían transformado junto con el pleno de la sociedad y ambos colaboraron para detener la avalancha despótica”. Cierro cita.

 

El sistema social en México, vivió de 1934 hasta 1958, su apogeo. La revolución lo era todo, se convirtió en la bandera nacional y social que apagaba las protestas y diluía los males nacionales. Pero un régimen que tenía en sus venas el autoritarismo y apetitos de poder unipersonal heredados de un siglo de caudillos, no puede durar mucho. Las huelgas de finales de los 50s y principio de la 60s del siglo XX, detonó y fue el principio del fin del régimen que hoy se manifiesta con toda intensidad.

 

En esa época como en todas, aparecen los sumisos y zalameros y los críticos, valientes e intrépidos en la prensa. En esa época se acuñó el término “chayotero”, término peyorativo para aquellos que escriben alabanzas al régimen, por dinero.

 

Para entender el origen del adjetivo, hay que explicar qué es un embute: «soborno que una oficina de gobierno da a un periodista para inducirlo a informar según su conveniencia». También implica; «callar información que incomoda a las autoridades». Embute cedió su popularidad a chayote en la era presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, según acota Julio Scherer en el libro Los Presidentes: «Mientras el entonces presidente de la República pronunciaba un día de 1966 el discurso inaugural de un sistema de riego en el estado de Tlaxcala, entre los reporteros corría la voz: ‘¿Ves aquel chayote? Están echándole agua. Ve allá». «Allá, semioculto por la trepadora herbácea —sigue el relato de Scherer—, un funcionario de la Presidencia entregaba el chayote, nombre con el que desde entonces se conoce al embute en las oficinas de prensa».

 

Los acontecimientos de 1968 en Tlatelolco, son considerados como un parteaguas en la historia del país. Fueron consecuencia de la inconformidad social, ante un régimen autoritario, en su máxima expresión, personificado por un presidente intolerante, violento e incapaz de escuchar y leer el escenario político del país. Pero un sistema que domina por muchos años, crea raíces profundas que no es fácil arrancar. Cambios importantes tardaron 30 años más. El congreso se abrió a una pluralidad en 1997 y generó alternancia, pero no democracia en el año 2000. Las alianzas perversas para conservar privilegios, y seguir saqueando el país, nuevamente prevalecieron. Y la última resistencia del dinosaurio autoritario empezó a ceder después de los asesinatos políticos y crisis de 1994.

 

Una vez más, la prensa intensa e implacable, encabezada por Julio Scherer, hasta su muerte, fue punta de lanza de los cambios profundos del sistema. El bloqueo, represión y asesinatos de periodistas durante los últimos 30 años, ha sido el costo social, pagado por una comunidad que se resiste a ser sometida por sistemas autoritarios.

 

Las elecciones desaseadas de 1988 y 2006 en su momento y los escándalos recientes de la casa blanca, Ayotzinapa, Tlatlaya y el ex secretario de Seguridad detenido en Estados Unidos, por mencionar algunos, todos han sido denunciadas por la prensa en su momento. Todos los gobiernos han sido advertidos, señalados y denunciados. No con parodias, sátiras e ironías, sino con hechos y realidades de un país que quiere salir de su marasmo y lograr una democracia plena. Es conocida la historia y desenlace de quienes no han escuchado.

 

El nuevo gobierno de México, que se define como liberal y progresista. Haría bien en escuchar a los expertos en todas las áreas y prensa crítica, para tomar las mejores decisiones que marcan un estado de derecho. Los ciudadanos y la prensa, son libres de expresarse, es un derecho constitucional, pero el gobierno, no puede hacer todo lo que le dé la gana. Solo lo que marca la ley. Esa es la diferencia.

 

En éste país, cabemos todos, todos somos mexicanos y las personas tienen derecho a mantener un espíritu crítico. Pero también a sumar esfuerzos, aceptar y ceder ante los argumentos, buscar puntos de encuentro y reconciliarnos; con nuestro pasado, con nosotros mismos y con nuestros demonios sociales. Eso nos permitirá reconstruir un país más justo, que lleva tiempo, pero es factible si lo hacemos en alianza, en paz. Con la paciencia y sabiduría de conocer nuestra historia y escuchar a nuestro corazón.