“El arte de la guerra, es el arte del engaño”.
Sun Tzu
“Vivimos en una sociedad de hipócritas, donde los sinceros, somos los malos”.
El Guasón.
Los medios de comunicación masiva y la tecnología con redes globales, permiten conocer el mundo. Los países desarrollados pueden analizarse a través de información disponible, si consideramos que son muy pocos los que han logrado sistemas sociales exitosos, deben ser ejemplos a seguir y aprender de su evolución.
El escenario de las naciones desarrolladas, se caracteriza por el posicionamiento de gobiernos con rasgos progresistas, donde las libertades y derechos de las personas, han alcanzado un equilibrio con responsabilidades y compromisos. Un alto nivel de vida y derechos, se sustentan con altas tasas tributarias. En Finlandia por ejemplo, el 42% de ingresos del PIB es por recaudación fiscal. Y cada persona paga en promedio 31% de sus ingresos en impuestos. En México, el 19.7% del PIB se obtiene por recaudación fiscal y cada persona paga en impuestos el 11% de sus ingresos en promedio.
Para lograr desarrollo humano, se requieren instituciones sólidas y estructuras sociales que están soportadas por una democracia que evoluciona, incluyente y aunque no igualitaria, sí, más justa. La palanca de desarrollo que ha logrado este equilibrio, se llama educación. El marco esencial, es un estado de derecho y un comportamiento social que permite trasparencia, rendición de cuentas en los actos humanos, con el objetivo superior de convivir civilizadamente, respetando los derechos de todos.
Con el paso del tiempo, las nuevas generaciones que no vivieron el holocausto de dos guerras mundiales, empiezan a reavivar el comportamiento colectivo que divide y enfrenta. La actitud separatista de Gran Bretaña y de Cataluña, obliga a pensar que en el fondo, la naturaleza humana persiste latente en el comportamiento colectivo. Sus motivos tendrán y es respetable, quien pagará las consecuencias de sus decisiones serán las propias sociedades. En la guerra, la máxima: “Divide y vencerás”, habla de la forma de debilitar al enemigo para vencerlo.
En las nuevas formas de vida de una aldea global en el mundo, bien aplicaría la frase de “divide y perderás”. Porque los avances de la ciencia, la genética y la evidencia disponible, nos dice que existe una sola raza humana, todos provenimos de un solo tronco genético común y las divisiones, creencias, economías y religiones, que nos dividen y separan, han tenido el único objetivo histórico de dominar, someter y explotar. Esto se ha generado históricamente por la ambición y tiene como origen, la propia naturaleza humana egoísta y narcisista, documentada por los teóricos del psicoanálisis. Estas conductas, pueden ser modificadas a través de un proceso educativo y cultural.
Hoy, nadie puede estar aislado. Aislarse, priva a las sociedades del avance colectivo del conocimiento humano. Las fronteras, en poco tiempo serán superados y entraremos en una etapa de integración de derechos y libertades, sin perder la diversidad que otorga fortaleza. La condición humana es igual para todos, nacemos, crecemos y morimos. La trascendencia de cada ente individual, lo marca el talento, esfuerzo personal y el libre albedrío. La libertad es probablemente el bien más preciado, solo equiparable con valores intangibles como la salud.
Elementos objetivos para unos y mitos para otros, como el calentamiento global, la sobrepoblación sin una base social sustentable, la producción excesiva y manejo inadecuado de los desechos generados por actividad humana, la extinción de especies y el cada vez más precario equilibrio ambiental, son evidencias que más tarde que temprano, nos harán entender que somos seres transitorios y que nuestro paso individual es tan efímero e insignificante para el planeta, que bien haríamos en reconciliarnos con la naturaleza y tomar otras conductas menos egoístas que permitan expresar una actitud más humana, natural y consciente de nuestras propias limitaciones y temporalidad. El mundo no nos debe nada, otorga una breve oportunidad de vivir en armonía con la naturaleza sin pretensión alguna. Pide algo simple, no hacerle daño.
Dividir o robar…
Sentimiento o razón…
En economía, se estudia la teoría de juegos, que cuando se analiza y estudia a mayor profundidad, puede explicar mucho del comportamiento humano. Que de acuerdo a la formación personal, puede engendrar aparentes conflictos éticos difíciles de asimilar.
Quienes estudian probabilidad, teoría de juegos y conocen esta teoría, ven con otros ojos la realidad. La observan a través de una formación pragmática un tanto ajena a la humanística. Son expertos en tomar decisiones desprendidos de sentimientos y así tiene que ser. Analizaremos un breve y sencillo ejemplo.
En Gran Bretaña, se realiza un juego similar al Jeopardi de Estados Unidos, o uno mejor conocido en México, podría ser, El Rival Más Débil. O todavía más coloquial, podría ser la parodia extrema expresada en: la catafixia del tristemente célebre Chábelo. En un concurso se compite por la supremacía del saber o hacer, demostrando habilidades, destrezas, conocimientos o saber, entre un grupo de personas. Se generan una serie de premios o se acumula una bolsa económica que se reparte entre los ganadores. No todo es tan sencillo. Existe una serie de implicaciones, de tal manera que el concurso se hace, además de interesante, compatible con la teoría del juego. Donde casi siempre, la casa gana.
Al final de este juego, llamado: “Dividir o Robar”; que se puede consultar en internet, quedan los dos mejores concursantes o ganadores del juego. Las dos personas, se someten a la última etapa del juego, que consiste en la entrega de una bolsa de dinero con montos importantes. En este ejemplo estarán en juego 100 mil libras esterlinas. En moneda mexicana, unos 2.2 millones de pesos.
Para repartir la bolsa de dinero, se sientan los dos participantes finalistas en una mesa, frente a frente, con un moderador que explica las reglas. Se entregan dos esferas a cada participante, una que contiene la palabra: “ROBAR” y otra la Palabra “DIVIDIR”. Cada uno debe elegir una sola esfera, Con la decisión de robar o dividir el premio, después de una breve charla e intercambio de opiniones. La decisión que se tome, es individual y cada uno de ellos, aunque dialogan, desconoce la decisión final de su oponente. El resultado se sabe hasta que se abren las esferas elegidas por el moderador para entregar el premio.
La tabla siguiente ejemplifica el juego mental: Si ambos jugadores eligen robar, ambos se quedan sin nada; si ambos jugadores eligen dividir, se reparten por igual 50-50; y si uno elige robar y el otro dividir, el que elige robar se lleva 100 y el que elige dividir, no obtiene nada.
La siguiente tabla, integra las estrategias y posibles pagos. El equilibrio de Nash surge al conjuntar las mejores estrategias de cada persona.*
PERSONA 1 | |||
DIVIDIR | ROBAR | ||
PERSONA 2 | DIVIDIR | 50 – 50 | 0 – 100 |
ROBAR | 100 – 0 | 0 – 0 |
La pregunta clave es: ¿CUÁL ESFERA ELEGIRÍA USTED?
Analicemos: Lo moralmente aceptable dice que ambos deberían elegir dividir, pero esto sale del contexto racional, es meramente sentimental. La teoría de juegos dice que por estadística debe SIEMPRE ELEGIR: ROBAR. Porque al elegir robar, el único riesgo que existe es que ambos pierdan todo, pero él oponente nunca lo podrá engañar o vencer. El peor escenario es: perder todo, cuando ambos eligen como estrategia robar, reciben 0. Cuando la estrategia de uno es dividir y el otro robar, el que roba recibe 100. Al no elegir dividir ninguno de los jugadores, como estrategia, se anula la posibilidad de 50-50.
En conclusión usted debe elegir robar siempre, porque en la mitad de los casos saldrá beneficiado, a pesar de que su rival mienta o engañe al decirle que pondrá la esfera de dividir. Como ha pasado en muchas ocasiones en el famoso juego. La palabra robar, parece generar un conflicto ético, y esto puede nublar el razonamiento, pero recuerde que es un juego y gana el que conoce las probabilidades y las usa. Es un juego mental, una cuestión de conocimiento, no de sentimiento o moral. Aquí podría aplicar: Nadie juega para perder, pero tampoco se juega para hacer trampa. Se deben respetar las reglas y ganar con una sólida estrategia, basada en el conocimiento y ganará el que tome las mejores decisiones.
*Este juego cumple con el equilibrio de Nash, genio en el que se inspiró la película “Una Mente Brillante”. Película de drama del año 2001. La obra plasma la vida de John Forbes Nash, ganador del Premio Nobel de Economía en 1994.
El ejemplo mostrado, pretende abrir nuevos panoramas y paradigmas mentales en nuestra concepción de lo que somos como personas y sociedad. Empezar a ver la realidad con los mismos ojos pero con una mente abierta, flexible. Romper mapas mentales, improntas y enseñanzas que no siempre son las correctas. Ojos y mente abiertos.
México vive hoy una polarización y crispación intensa, porque todas las personas sienten libertad de expresar y manifestar sus ideas, ahora con las democráticas redes sociales, que permiten una expresión colectiva infinita de conceptos y visiones. Y eso es muy bueno, saludable, halagador y necesario. Pero esa nueva libertad y espacio, debe fomentar la capacidad de escuchar, analizar y formar un juicio crítico ante los argumentos de los interlocutores. Buscar puntos de encuentro y coincidencia que permita sumar ideas, esfuerzos, capacidades y talentos. Nadie individualmente puede lograr más impulso que la suma de toda una colectividad unida, con objetivos comunes. La cooperación y suma de esfuerzos, es esencial. La información accesible y el conocimiento público nos obliga a integra nuevos mapas mentales.
Hay un problema central: la percepción social, es que los líderes que guían los destinos del país, no han estado ni están a la altura de las expectativas. Los problemas son complejos y parecen infinitos, y para eso, no hay soluciones simples.
Los problemas comprenden rezagos históricos, estructurales, sociales y económicos; y pasan por graves desviaciones de comportamiento individual como la corrupción, negligencia e incompetencia. Ante ese escenario, se requiere continuar con los cambios y búsqueda de mejores escenarios, trabajo y suma de esfuerzos, no divisiones, pugnas y desencuentros. Divide y perderás.
Como el equilibrio de Nash, siempre debemos buscar el mayor beneficio, basado en la evidencia. En el ejemplo del juego, es un beneficio individual, en la realidad, solo se tiene que traspolar el beneficio al ámbito colectivo. Cuando la intención es integrar una sociedad más evolucionada que exprese a nivel global la identidad de nuestro país, se debe considerar una premisa: “La mejor decisión, siempre será la que beneficia al mayor número de personas”. Eso debe mover a la reflexión y análisis. Se requiere desaprender muchas cosas que nos enseñaron mal, aprender visiones y conductas distintas. Sin abandonar la competencia leal y saludable, es obligado impulsar valores esenciales; igualdad entre géneros, el bien común, rendir cuentas, cooperación y solidaridad. En síntesis, generar una sociedad no perfecta, pero si más justa. Finlandia no se hizo en un día, pero podemos aprender de ellos, para acelerar el cambio.
Superar de una vez por todas, la polarización nacional, la tranza, corrupción y anarquía, como modo de vida. Es complicado, las raíces son profundas, pero nada que no pueda arrancarse con trabajo y dialogo. Es momento de conversar, escuchar, conciliar y llegar a acuerdos sólidos de consenso. El reto está en la mesa. Podemos estar en desacuerdo con las ideas, manifestaciones o creencias de otras personas; sin embargo, hay que aceptar que todos tenemos los mismos derechos y libertades. Si seguimos dividiendo, seguiremos perdiendo.
Lo argumentan muy bien, dos máximas de Voltaire:
- “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida, tu derecho a expresarlo”.
- “No hay problema que resista el ejercicio continuo del pensamiento”.
El tiempo pasa, se requiere actuar y enfrentar la realidad. La duda latente es: ¿estaremos a la altura de las circunstancias? O persistirá el autoengaño colectivo, que alguna deidad nos haga el milagro de cambiar el país.
En el pasado y presente, todos han sido advertidos y el que advierte, no es traidor.